Las cicatrices terrestres
Una de las obsesiones que sufrimos en el mundo, pero particularmente en nuestro país es la de querer formar grupos con identidades diferenciales propias en las cuales entran la lengua, después se hacen banderitas y se van inventando instituciones propias como cuerpos de policía y hasta imaginan y elaboran documentos de identidad propios. En definitiva aspectos que vistos por ciudadanos imparciales y con ideas de que la palabra frontera no debiera existir y cuyo sinónimo en mi cabeza equivale a cicatriz humana, porque no existe otra palabra que mejor defina el término frontera. Y es que por desgracia existe y existió en el pasado una minoría de mentes enfermizas que dedican todas las energías de su vida a intentar separar a los pueblos, dividirlos, intentarlos crear una entidad propia con el único objeto de sentirse diferentes. Deberían todos ellos aprender que faltan muchas cosas por descubrir y que las energías se deberían de gastar en propósitos un poco más humildes y más humanos. No me cabe la menor duda de que en nuestras cortas vidas es mucho mejor alternativa la de estar unidos a separados. Pero las sociedades siempre han sido un poquito “masoquistas” y siempre hay quien piensa que crear naciones puede ser lo más importante en la vida. Hace ya algunos años nació un buen intento de “juntar” con la creación de la Unión Europea. No está todavía bien consolidada esa unión cuando dentro de ella existen muchas minorías que sólo piensan en separar. Un tópico en sí absurdo y que ojalá se lo atribuyeran unos cuantos ideólogos creadores de cicatrices. De nada o casi nada sirve que yo os lo cuente. Ellos continuaran en su “micromundo”, porque viven de ello, pero en mi caso por lo menos pasaré por esta vida habiéndolo contado. Ellos no aportarán nada a su absurda vida más que odio y en algunos casos violencia. Muchos han muerto ya en España por culpa de estas absurdas cicatrices y esta enfermedad que se resume en un “tumor maligno ideológico”. Yo y todos los que compartís mi opinión al menos seguro que habremos pasado por la vida aportando algo mejor a los que nos rodean. Despedirme con un ejemplo práctico con imagen incluida que mejor resume lo absurdo de las cicatrices terrestres: el Miño visto desde el parador de Tui en Pontevedra. El río camina sin saber que separa dos culturas, dos lenguas, dos horarios y en definitiva dos países. Será verdad que las personas de un lado y otro del río son tan diferentes? En mi modesta opinión no, y en la vuestra?. Ahora nos queda la opinión de los “ideólogos enfermizos”. Ellos nunca nos darán respuesta coherente, porque simplemente no existe.
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