La violencia: Prioridad de la justicia.
En mi modesto entender deben existir miles de delitos en el código penal actual. A mí siempre me ha repugnado la violencia sea del tipo que sea y sea por los motivos que fueren. Quizás las ya clásicas y conocidas y por desgracia las que tenemos de moda son las derivadas de actos terroristas, violencia de género y las derivadas de la delincuencia común. La semana pasada un hombre mataba sin ningún tipo de escrúpulo a un empresario en la calle en Azpeitia y lo dejaba allí muerto. No ha sido el primero y por lo que venimos observando no será el último. Cada vez con mayor frecuencia parece que las convivencias familiares acaban muchas veces en actos violentos en lo que hemos denominado la violencia de género. Que complicado es convivir, pero que triste es que después de tantos años conviviendo todo acabe de una forma trágica. El fin de semana pasado recuerdo que un hombre mató e hirió en Galicia todo lo que se le puso por delante en un permiso carcelario, pedido incomprensiblemente a su vez por su víctima. En fin, esta tampoco es la primera y puede que no sea la última teniendo en cuenta que si recordamos al profesor Neira el verano pasado, pues mejor no sacar muchas conclusiones. Y si a esto le añadimos los numerosos casos en la vida diaria en que encontramos la tan desagradable palabra violencia, pues solo nos cabe pedir a la justicia que de una prioridad absoluta a este tipo de delitos sobre cualquier otro. Es imprescindible que cualquier reforma del código penal castigue con la máxima fuerza cualquier acto en el que medie la violencia. Puede que sea algo sencillo y obvio, pero a veces se pueden escapar detalles porque medie o no la voluntariedad. Los delitos de tráfico con violencia son otro clásico ejemplo. Parece que llevar las manos al volante ha tardado muchos años en convertirse en delito. Quizás la mente humana no sea esa máquina tan perfecta que pensamos. Con todos estos ejemplos desde luego que no. Lo cierto y para despedirme es que la violencia debe ser siempre una prioridad de la justicia.
En mi modesto entender deben existir miles de delitos en el código penal actual. A mí siempre me ha repugnado la violencia sea del tipo que sea y sea por los motivos que fueren. Quizás las ya clásicas y conocidas y por desgracia las que tenemos de moda son las derivadas de actos terroristas, violencia de género y las derivadas de la delincuencia común. La semana pasada un hombre mataba sin ningún tipo de escrúpulo a un empresario en la calle en Azpeitia y lo dejaba allí muerto. No ha sido el primero y por lo que venimos observando no será el último. Cada vez con mayor frecuencia parece que las convivencias familiares acaban muchas veces en actos violentos en lo que hemos denominado la violencia de género. Que complicado es convivir, pero que triste es que después de tantos años conviviendo todo acabe de una forma trágica. El fin de semana pasado recuerdo que un hombre mató e hirió en Galicia todo lo que se le puso por delante en un permiso carcelario, pedido incomprensiblemente a su vez por su víctima. En fin, esta tampoco es la primera y puede que no sea la última teniendo en cuenta que si recordamos al profesor Neira el verano pasado, pues mejor no sacar muchas conclusiones. Y si a esto le añadimos los numerosos casos en la vida diaria en que encontramos la tan desagradable palabra violencia, pues solo nos cabe pedir a la justicia que de una prioridad absoluta a este tipo de delitos sobre cualquier otro. Es imprescindible que cualquier reforma del código penal castigue con la máxima fuerza cualquier acto en el que medie la violencia. Puede que sea algo sencillo y obvio, pero a veces se pueden escapar detalles porque medie o no la voluntariedad. Los delitos de tráfico con violencia son otro clásico ejemplo. Parece que llevar las manos al volante ha tardado muchos años en convertirse en delito. Quizás la mente humana no sea esa máquina tan perfecta que pensamos. Con todos estos ejemplos desde luego que no. Lo cierto y para despedirme es que la violencia debe ser siempre una prioridad de la justicia.
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