Recuerdos del Carnaval de 1995
Por aquellas fechas todavía no conocía esta comarca. Eran otros tiempos, yo todavía era joven y algo nervioso. Recuerdo desde la residencia en la que ya siendo licenciado y cursando mis estudios de doctorado en la Facultad de Medicina, mientras estudiaba, sólo se interrumpía el silencio nocturno por el ruido de un tren. Decían que ese tren iba lleno de emigrantes que venían de Francia con dirección oeste. Para mí era todo un mundo desconocido ya que todo lo que observaba más allá de mi residencia próxima al cementerio salamantino era tierra de nadie. Cuestiones de azar fue que un grupo de amigos me comentaran si queríamos ir a Ciudad Rodrigo a conocer el carnaval una tarde de domingo. Era sólo cuestión de animarse y visitar una comarca para mí desconocida después de varios años estudiando en Salamanca. Me resultó curioso el paisaje que me parecía una prolongación del extremeño que ya por esas épocas conocía a la perfección. Fue una tarde de domingo algo fría y soleada muy parecida a la de este año.
Los recuerdos me llevan a una población muy festiva, disfrazada y donde ya por aquellas fechas lejos de meterme en el casco histórico a ver el festival taurino me dediqué a observar otros aspectos de la ciudad, entre ellos la bella catedral y el parador de turismo. Reconozco que los toros en sí nunca me llamaron la atención. Tampoco me resultaba muy placentero transitar entre la multitud. Sí me llamó la atención al igual que en la actualidad que el alcohol y quizás el exceso de ruido inquietaban lo que me pareció una tierra tranquila y agradable. Pero las fiestas son así y ese aspecto tradicional forma parte de la cultura del carnaval. De aquel carnaval de 1995 me llevé un grato recuerdo. Nunca pude pensar que después me crecerían raíces en esta bonita, tranquila y agradable ciudad. Esos aspectos desconocidos forman parte del destino de nuestras vidas.
Por aquellas fechas todavía no conocía esta comarca. Eran otros tiempos, yo todavía era joven y algo nervioso. Recuerdo desde la residencia en la que ya siendo licenciado y cursando mis estudios de doctorado en la Facultad de Medicina, mientras estudiaba, sólo se interrumpía el silencio nocturno por el ruido de un tren. Decían que ese tren iba lleno de emigrantes que venían de Francia con dirección oeste. Para mí era todo un mundo desconocido ya que todo lo que observaba más allá de mi residencia próxima al cementerio salamantino era tierra de nadie. Cuestiones de azar fue que un grupo de amigos me comentaran si queríamos ir a Ciudad Rodrigo a conocer el carnaval una tarde de domingo. Era sólo cuestión de animarse y visitar una comarca para mí desconocida después de varios años estudiando en Salamanca. Me resultó curioso el paisaje que me parecía una prolongación del extremeño que ya por esas épocas conocía a la perfección. Fue una tarde de domingo algo fría y soleada muy parecida a la de este año.
Los recuerdos me llevan a una población muy festiva, disfrazada y donde ya por aquellas fechas lejos de meterme en el casco histórico a ver el festival taurino me dediqué a observar otros aspectos de la ciudad, entre ellos la bella catedral y el parador de turismo. Reconozco que los toros en sí nunca me llamaron la atención. Tampoco me resultaba muy placentero transitar entre la multitud. Sí me llamó la atención al igual que en la actualidad que el alcohol y quizás el exceso de ruido inquietaban lo que me pareció una tierra tranquila y agradable. Pero las fiestas son así y ese aspecto tradicional forma parte de la cultura del carnaval. De aquel carnaval de 1995 me llevé un grato recuerdo. Nunca pude pensar que después me crecerían raíces en esta bonita, tranquila y agradable ciudad. Esos aspectos desconocidos forman parte del destino de nuestras vidas.
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