No hay una mínima duda de que la sociedad actual está carente en muchos valores, desde la educación, el respeto a los demás, la cortesía, la simpatía y la sonrisa, entre otras decenas.
Puede ser muy ingenuo pensar que todo ello es culpa de la actual situación económica, pero no es necesario ser sociólogo para ver que desde hace más de una década, la actual sociedad del bienestar está maltrecha, hastiada, quizás por haber vivido en un “mundo de hadas”, en el que “todo lo tengo” y “nada me falta”, sin reflexionar que algún día habría que cosechar los resultados de tan nefasto cocktail de aparentes, buenas y tal vez falsas sensaciones.
Sin mostrar ejemplos, que serían a la par obvios, llevo mucho tiempo observando que el día a día lo tienes que tomar con paciencia y buen humor desde que pones un pie en la calle, porque las probabilidades de cruzarte con personas que te hagan sonreír o pasar unos minutos agradables son cada vez más escasas o prácticamente nulas.
Incluso el factor más preocupante que agrava mis reflexiones viene determinado por el componente de agresividad asociado, que eleva las relaciones sociales a un patético escenario.
Hay un factor que no deja lugar a dudas y que puede ser esencial en dicho aspecto y que no es otro que la educación, o mejor dicho, la falta de educación que se ha dado y se está dando a las nuevas generaciones, que llevan el fenómeno a un escenario “basura”.
Siempre hay soluciones al complicado fenómeno: una nueva sociedad, que nazca fruto de una situación límite como la actual, y no será otro que la reinvención.
Puede ser muy ingenuo pensar que todo ello es culpa de la actual situación económica, pero no es necesario ser sociólogo para ver que desde hace más de una década, la actual sociedad del bienestar está maltrecha, hastiada, quizás por haber vivido en un “mundo de hadas”, en el que “todo lo tengo” y “nada me falta”, sin reflexionar que algún día habría que cosechar los resultados de tan nefasto cocktail de aparentes, buenas y tal vez falsas sensaciones.
Sin mostrar ejemplos, que serían a la par obvios, llevo mucho tiempo observando que el día a día lo tienes que tomar con paciencia y buen humor desde que pones un pie en la calle, porque las probabilidades de cruzarte con personas que te hagan sonreír o pasar unos minutos agradables son cada vez más escasas o prácticamente nulas.
Incluso el factor más preocupante que agrava mis reflexiones viene determinado por el componente de agresividad asociado, que eleva las relaciones sociales a un patético escenario.
Hay un factor que no deja lugar a dudas y que puede ser esencial en dicho aspecto y que no es otro que la educación, o mejor dicho, la falta de educación que se ha dado y se está dando a las nuevas generaciones, que llevan el fenómeno a un escenario “basura”.
Siempre hay soluciones al complicado fenómeno: una nueva sociedad, que nazca fruto de una situación límite como la actual, y no será otro que la reinvención.
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