miércoles, 21 de abril de 2010
OLMEDO DE CAMACES. DE OLMEDO A CERRALBO.
Hemos llegado a Olmedo de Camaces.
Es una pequeña población del oeste salamantino, que pertenece a la comarca del Abadengo.
Aquí se hace muy buen vino, algo peleón, pero de buen trago...
Hemos accedido a esta población desde San felices de los gallegos, aunque se puede acceder desde otras localidades.
Aquí se encuentra un pequeño puente por donde discurre el río Camaces.
Al fondo de la imagen se puede ver o al menos insinuar el Cerro de San Jorge, del cual se cuentan algunas leyendas, entre ellas dicen que allí se esconde un becerro de oro, o sea que ahora con la crisis, estaría interesante ir a buscarlo...
La iglesia de la localidad, es muy bella, ésta es una panorámica de la misma.
Quizás ésta sea la mejor, donde podemos apreciar el bonito patrimonio que esconde el oeste de Salamanca.
Dicen que el nombre del pueblo se debe a un "olmo" que ya no existe..
Algún fenómeno natural se lo llevó, pero al menos dejó el nombre al pueblo..
La campiña "charra", donde podemos observar las encinas y el paraje muy verde, fruto de las muchas lluvias de este año.
El ganado y los campos singulares típicos de ésta comarca.
En dirección a Cerralbo, pasa la vía del tren y nos avisa de su paso...
Han transcurrido pocos kilómetros desde Olmedo de Camaces.
Podemos ver en la lejanía un nido de cigueña.
Pero ante todo se puede ver en la inmensidad de ésta zona, mucha tranquilidad, los pájaros cantan, y nadie perturba el bello sonido de la naturaleza..
Al atardecer se vuelve todo más nostálgico, y el recuerdo de los miles de personas que desde hace más de cien años pasaron por estos caminos de ida y vuelta a sus casas..
Hoy nos queda un paraje de recuerdos y a pesar de su nostalgia, es bello recordar y sentarse a observar..
El tiempo se detiene...
La estación está muy bien conservada.
Me ha gustado el pequeño viaje por los parajes salamantinos, cada día me gusta más huir del bullicio de la humanidad, y tan sólo poder oir el sonido de la naturaleza.
El ser humano cada día me transmite más sensaciones negativas.
Me gusta ésta naturaleza, el silencio, la paz y como amante del ferrocarril desde la infancia, me gusta poder observarlo con tranquilidad sin que nadie me perturbe.
Esta es una buena sensación, y lo positivo de no ver los trenes es que te puedes sentar junto a la vía y contemplar en silencio...
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